EL PUENTE
Según Kafka, la soledad humana es ante todo obra del mismo hombre. También ocurre que esa espantosa singularidad que le aprisiona en su quimera y le separa del mundo, la siente el hombre vivo como una condición inevitable de su ser, una especie de maldición externa, de obligación o de fatalidad.
Yo era, rígido y frío, un puente que salvaba un abismo. La punta de mis pies se hundía de un lado, y del otro mis manos se aferraban a la tierra.... Yo estaba, pues, allí y esperaba; y estaba obligado a esperar. Sin desplomarse, un puente, una vez tendido, no podría dejar de ser un puente.
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